miércoles, 21 de octubre de 2009

Una historia imprevisible, cap.I

Aquí os dejo la primera parte de un relato de ficción que he empezado a escribir. Llevo muy poco aún (aunque algo más de lo que vais a leer hoy), pero me pareció curiosa la idea de que lo fueseis leyendo a medida que iba cobrando cuerpo. Lo cierto es que ni siquiera sé si tendrá un final, durará mientras me apetezca alimentar la historia :) Espero que os guste :)


Tal vez, pudiera ser...

Tal vez. Tal vez no.

No; definitivamente, no.

Este tampoco era el lugar apropiado. Había que seguir buscando. Habría que seguir viajando. Por unos momentos, las dudas le habían asaltado al caminar por el puente que cruzaba sobre las vías del tren. Se había detenido durante unos momentos e, incluso, había sentido ese latido paralelo, que tan conocido le resultaba, dentro de él. Finalmente, sin embargo, un impulso totalmente antagónico ahogó al primero y siguió caminando hacia el hotel.

Durante los últimos años, desde que concibió la idea, había logrado engañar a todos los que le rodeaban, aunque, en honor a la verdad, no había resultado demasiado difícil. Si curiosidad natural, su carácter introvertido e individualista, su hábito de caminar durante horas y horas sin un rumbo definido, su búsqueda continua, casi enfermiza, de la novedad; su pasión por la fotografía, su independencia...parecía totalmente normal y consecuente el que, desde hace algún tiempo, aprovechase la más mínima oportunidad para viajar; viajar a cualquier lugar -normalmente una ciudad- de su interés, habitualmente -aunque no siempre- solo; para ciertas cosas como esta, K.era una persona con muy poca paciencia. Además, parecía siempre ilusionado, revitalizado -lo cual, por mor de una siniestra contradicción, era en parte cierto- tanto antes de la partida como tras su regreso, cuando narraba emocionado su experiencia, pasando del dato objetivo a la apreciación más íntima sin solución de continuidad.

Todo, pues, en orden. Todas las piezas encajaban perfectamente de cara al exterior. Nadie había percibido, o eso parecía, la soledad, la angustia, la sensación agónica que le acompañaba durante tantos momentos, no sólo durante los viajes, sino a lo largo del trayecto de la vida. Él, incapaz de mentir, de ocultar sus sentimientos, de mostrar lo que no moraba en su corazón, había hecho en este caso una excepción. Una sola excepción. La única excepción en su vida. La mayor excepción que podía hacerse.

Nadie, absolutamente nadie, podía imaginar que, lo que realmente estaba haciendo K. era buscar un lugar para morir.

lunes, 21 de septiembre de 2009

El vuelo

Iba a ser un vuelo tranquilo, con un aterrizaje suave. R. acumulaba ya una amplia experiencia lanzándose desde aquel precipicio. Tenía bien calculadas las distancias y conocía la velocidad y la dirección del viento a cualquier hora del día y en cualquier época del año, lo que le permitía conocer con sorprendente exactitud el punto exacto donde iba a terminar posándose. No era, pues, ni mucho menos, un novato. Sabía que, tras el primer impulso hacia arriba, Eolo le iría meciendo a medida que descendía, suavemente, como una pluma, hasta llegar a establecer contacto casi horizontal con el suelo arenoso muchas decenas de metros más abajo. "Todo controlado, pues", se dijo a sí mismo, y, tranquilo y decidido a la vez, tomó impulso y saltó hacia arriba.

Todo debía estar controlado, pero no fue así. La gravedad lo atrajo hacia la superficie terrosa con una celeridad cada vez mayor. Su cuerpo pareció hacerse de plomo, Eolo parecía incapaz de compensar la fuerza de la caída y, sobre todo, esta vez el ambiente onírico en el que se sumergía cada vez que volaba no pertenecía a un sueño nacido del inconsciente, a pesar de que su mente flotó en esa atmósfera hasta el último instante. Sólo una cosa era igual -idéntica- al resto de veces anteriores: la dureza y aridez del suelo, que recibió impasible el impacto del cuerpo, destrozado y sin vida sobre su superficie.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Érase que se era...

Érase que se era un hombre desamparado. Un anciano caminando sin rumbo entre la multitud sin rumbo. Érase que se era un rostro suplicante y conmovedor. Unos ojos hundidos en la superficie arrugada de la geografía del dolor. Érase que se era una vida, una historia. Una historia singular que parecía vulgar a los oídos de los demás. Éranse millones de historias singulares vulgares a millones de oídos. Éranse millones de oídos sordos. Éranse millones de ojos ciegos. Éranse millones de besos perdidos, de oportunidades desperdiciadas, de existencias fantasmagóricas, de latidos ahogados. Érase una miríada de sonrisas que no fueron. Éranse un billón de juegos que se perdieron. Éranse que se eran cientos de amores diluidos por una existencia absruda. Éranse tantos sueños desaparecidos...Érase un gris plomizo y dictatorial y éranse millones de colores olvidados. Éranse la soledad y el anonimato. Érase que se era alguna gran ciudad.

jueves, 13 de agosto de 2009

Si quieres, ven

"Si quieres, ven".

La expresión de su rostro reflejaba la incertidumbre y el temor en su interior. Apenas si parpadeó.

Lo repitió de nuevo: "Si quieres, ven".

Era imposible juzgar racionalmente la invitación en aquel momento. La figura que le tendía la mano flotaba ingrávida en el centro de un aura brillante cuyos rayos mutaban del blanco al añil desde el interior al exterior. Alrededor de ella, la negrura era impenetrable, la propia de una noche sin luna, donde las siluetas se disuelven en una nada infinita capaz de provocar la pérdida de conciencia de ser individual.

La voz volvió a llamarle una vez más: "Si quieres, ven", esta vez en un susurro tan sensual y envolvente como la caricia del ser amado, más aún, del amor platónico que tórnase real durante un instante. La vista se le empezó a nublar y los sonidos se disolvieron junto a las imágenes en una amalgama difusa y centelleante de un irresistible poder magnético. Se sintió desaparecer, abandonar su cuerpo y disolverse en la masa deslumbrante y siseante que había surgido en medio del espacio. Su conciencia parecía seguir a su cuerpo, sus pensamientos desintegrándose y uniéndose a la luz cada vez más y más intensa, luz física y espiritual que ya lo era todo, luz suave y poderosa a la vez que no dejaba de crecer y expandirse...

...entonces, despertó. O, al menos, eso creía. Pasaron unos minutos hasta que recobró totalmente la conciencia, recogió del fondo de su mente algunos fragmentos de la memoria reciente y los unió hasta que las últimas horas de su existencia comenzaron a cobrar forma y algo de significado. Abrió los ojos, aunque sabía que de poco iba a servirle. Se encontraba en el centro de la nada, flotando en la oscuridad absoluta de la noche sin luna en un punto indeterminado del desierto, que más tarde amanecería implacable, mutando su situación de cautivo de la oscuridad a cautivo del calor, el hambre y la sed. Sabía que las posibilidades de salir con vida de allí eran mínimas. Cerró los ojos y trató de volver a dormir, de volver a la inconsciencia, deseando que la imagen del sueño le llevase con ella convertido en luz eterna en lugar de fallecer hambriento y deshidratado, abrasado por la luz inmisericorde del sol.

domingo, 9 de agosto de 2009

Limpieza

¡Qué bien haber terminado la limpieza!
¡Qué placer haber eliminado la putrefacción!
¡Qué alivio haber limpiado los restos!
¡Qué tranquilidad haber depurado el alma!

Qué tristeza, qué insipidez, ahora que todo está vacío.

sábado, 11 de julio de 2009

Símbolos


...y pensé que los símbolos tenían significado. Pensé que los símbolos no eran símbolos, sino letras. Y que las letras formaban palabras, y que las palabras formaban frases y que tanto las palabras como las frases estaban llenas de significado. Y me acerqué a los símbolos, y me puse frente a ellos, y los miré de cerca. Y los símbolos resultaron ser garabatos, figuras absurdas e iteradas sin semántica alguna. Y entonces descubrí que me había acercado a los símbolos -que en realidad eran garabatos- por empatía, primero porque creí verme reflejado en ellos cuando aún pensaba que encerraban algún significado y porque realmente me ví reflejado en ellos cuando descubrí su verdadera naturaleza.

Vacío


No huyas de ese vacío que anega y angustia tu alma en cada momento de soledad. No lo evites ni lo niegues con una constante búsqueda de una compañía igualmente vacía, de una vacuidad ajena, que ni siquiera es tuya. Este vacío sí es tuyo, es parte de tí; es la clave, la respuesta a tus dudas, a tu continua agonía existencial. Este vacío es la respuesta a las lágrimas, a las tardes hueras, al ocaso interior. Este vacío no es un vacío, sino una fuente de respuestas. Este vacío es, en realidad, una metáfora formal de esas respuestas que se encuentran dentro de tí y que aún no has sido lo suficientemente maduro para escuchar ni asimilar.

No temas al vacío.

No temas al vacío. Enfréntate a él, ármate de valor, mírale a la cara, interrógale y no apartes el rostro cuando te hable. Ese vacío son los fantasmas. Tus fantasmas.