Lo mejor que se puede hacer en un día kafkiano es, sin duda, aprovechar su condición. O, lo que es lo mismo, afinar ese sexto sentido que, haciendo uso de los cinco primordiales, nos permite enlazar y relacionar acontecimientos, imágenes, sonidos, aromas, sabores...y hallar en estas relaciones metáforas o exégesis intrínsecas o circunstanciales sobre el devenir de los universos o de nuestras propias vidas.
Desde hace unos días, llevo repitiendo metódicamente una tarea dentro del piso en el que vivo, que no me atrevo a llamar con total propiedad "mi casa". Desde hace un tiempo, decía, me veo obligado a recoger, al menos un par de veces al día, cadáveres de insectos que yacen patas arriba en los rincones y lugares más inverosímiles - casi siempre a ras de suelo - de la casa.
Desde hace algunos días -más-, mi vida está experimentando una serie de cambios, algunos de ellos anticipables, que, indudablemente están ejerciendo, y creo que de modo significativo, una influencia notable sobre mi propia historia (califíquenla ustedes como considerable o insignificante con total tranquilidad y propiedad). Pasados que aún luchaban por su momento de protagonismo presente y presentes inciertos y molestos generadores de imponentes cefaleas dejan lugar a nuevas perspectivas y dudas esperanzadoras. Y, sobre todo, dejan lugar a una sensación de volver a encajar en el puzzle del transcurso del tiempo, largo rato abandonado.
Dicen que soñar con insectos está asociado a sentimientos de culpabilidad, a remordimientos e incertidumbres. Lo cierto es que los insectos han desaparecido de mis sueños y ahora me dedico a barrer sus cadáveres en el mundo consciente. Puede que se trate de una mera casualidad, pero se adivina un verano de novedades en el que seguiré barriendo, día sí y día también, aquellos cadáveres que, desde mi subconsciente, han sido expulsados al mundo exterior.
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Hace 1 semana
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