"En la ciudad, todo aquel que se ve obligado a tratar con extraños o desconocidos para sobrevivir se ve obligado a representar un papel, por pequeño que sea, durante al menos una parte de su vida. Si cada uno de los que ha de llevar esto a cabo portase una máscara cubriendo su rostro, asisitríamos diariamente a un impresionante y fantasmagórico desfile. En el campo, aunque con menos frecuencia, es posible que la necesidad que tenemos unos de otros provoque los mismos resultados. Casi todos hemos sido actores -de mayor o menor calidad (y tantas veces ser buen actor significa moralmente su opuesto y viceversa)- a lo largo de nuestra vida. ¿Quién queda, entonces, al final, que haya sido sincero con el mundo cada momento de su existencia?¿Los pobres?¿Los salvajes?¿Los locos? ¿Los desesperados? ¡Y además todos han de haber "ostentado" su condición desde el mismo instante del nacimiento! Si el mundo y, sobre todo, las personas, son así, ¿Cómo no iba a existir el teatro?¿cómo no iban a haberlo inventado el hombre?"
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